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miércoles, 17 de junio de 2009

CRONICA DE CARLOS LOPEZ

PARA LA CUARTA EDAD


Para los que traspasamos los limites de cierta edad, los que tenemos inclinada la balanza hacia el otro lado, concientes o inconscientes, tenemos la tendencia a recordar, como si no viéramos el porvenir o no nos perteneciera. Tal vez por eso cuando se nos presenta la oportunidad de escribir una crónica sobre nuestra ciudad escogemos el pasado, preferimos evocarlo no para quedarnos allí sino como una remembranza feliz.
Te conocí y te vi crecer igual que a mi mismo. Entonces tus parques eran terrenos que llamábamos plazas, repito, terrenos rodeados de viviendas construidas en bahareque, (barro embutido), otras las menos, sus paredes levantadas en adobe, los techos con teja de barro o de zinc, casas que los dueños se llenaban de orgullo llamándolas modernas. Tus linderos… perdón. Tus límites por el oriente llegaban hasta el sitio llamado Tres Esquinas porque efectivamente había tres esquinas. La cuarta esquina era un inmenso terreno donde pastaban animales. Las tres esquinas las formaban casas que daban vida a la calle veinticinco con carrera quinta. Por el occidente terminabas en un sitio que llamaban “la bajada”. Unos atrevidos fundaron a la orilla del río el barrio La Hoyada, que mas tarde bautizaron con el pomposo nombre de El Libertador, aduciendo que por ahí paso Simón Bolívar en una de sus campañas emancipadoras. La bajada era un peligro por lo destapada y su inclinación casi vertical. No la despreciaría Dante si repitiera el descenso a los infiernos. Por el norte tenias una docena de casas, una gran piedra con un letrero que decía: Aquí será construida la iglesia de Nuestra Señora Maria Auxiliadora. La iglesia fue construida lo que demuestra que a veces cumplen los curas y los políticos nunca. A propósito el que diseñó el modelo de las bancas del parque del barrio Belén debe ser el retorno del Marqués de Sade. En esas bancas es posible que alguien duerma una noche de verano. Dudo de que los que se sientan en ellas regresen a sus casas con la columna vertebral ilesa. Por el sur te cercaba el río Combeima, hoy muerto igual a los proyectos de tus dirigentes. Al otro lado del río estaba el llano de los Álvarez, al que se llegaba por un pintoresco puente, orgullo de los ibaguereños y motivo para los paseos al río de cristalinas aguas no contaminadas. Estos terrenos, mas tarde fueron parcelados para construir barrios populares. Se llegaba al río Combeima por un camino “hoy calle primera sur” no sin antes pasar la vuelta del chivo, nombre que se le daba a ese sitio; seguía el camino hacia el barrio La Amé o Lamé. Dejo ese asunto a los historiadores, “a los chivos” de ese tiempo pero… dónde encontrarlos, si ya tengo mas amigos en las tumbas que en los bares, citando al poeta Juan Manuel Roca. Se pasaban la vuelta del chivo y seguían los osados.
En el barrio Lamé vivían las mujeres que llamaban malas, en realidad buenas en el mejor sentido de la palabra. Los chivos ibaguereños se batían por ellas a puñal, a puño limpio los menos bobos y los inteligentes les pagaban el rato. El rey del barrio era un negro hercúleo invicto a puñal, a machete, a mordiscos, etc. etc… Lo conocían con el remoquete de Chorrodihumo. Los inteligentes nunca le hicieron frente para conservarse sanos. Lo despojó de la valentía, al mejor estilo clásico de Indiana Jones, un soldadito barbilampiño quien le disparó una bala de fusil directo al corazón.
Creciste venciendo los inconvenientes que sufren los pueblos normales, eres una ciudad con bellos parques y modernos edificios. De aquel pueblo donde los periodistas inventaban la noticia para cobrar el sueldo ¿Costumbre olvidada?, O como los reporteros del seminario La Linterna informando que en el municipio del Guamo la Patasola había robado una niña por desobedecer a la mamá, no queda nada. De pronto las fotografías tomadas por ese gran amante que tuviste, Señor Camacho Ponce quien tenía el estudio en la carrera tercera entre calles doce y trece. Hoy los de la cuarta edad nos sentamos en las bancas del parque Bolívar -única propiedad tuya que nos dejan los que manejan tu erario - a decirnos mentiras mal disfrazadas de verdad. Unos recuerdan que en la carrera tercera, frente donde estamos sentados, funcionaba la panadería de las Santos que hacían el mejor pan de la ciudad; otro más atrevido asegura que Bolívar orinó en todo el centro de la plaza donde le erigieron la estatua. También orinó - ese lo vi yo- un ángel de mármol que adornaba el parque. Dicen que lo trasladaron a otro lugar para no herir el pudor de las beatas.
Tantas cosas para decir, pero la mente se embota con los recuerdos agolpados en el portón de la memoria, desordenados, luchando por salir y ganar el premio al mejor. Prefiero decirte que te amo, que sigas creciendo, que ojalá tus hijos -los que se hacen llamar estado- te amen la mitad de lo que te amo, y tapen los huecos que atormentan tus calles.
FIN
CARLOS ARTURO LÓPEZ

2 comentarios:

Heroedeleyenda dijo...

Una bonita remenbranza del ibague que solo puedo contruir en mi memoria por medio de palabras.

Fernando dijo...

Tiene la razón Carlos Rojas.