Seguidores

jueves, 18 de junio de 2009

La crónica como herramienta en la formación de narradores

La crónica como herramienta en la formación de escritores
Por : Martha Fajardo Valbuena

La crónica tiene múltiples definiciones y algunos incluso la asocian más con el periodismo que con la literatura. Digamos, para efectos de esta reflexión, que, como la define Juan Villoro, es “literatura bajo presión”. Escribir una crónica, o al menos, intentarlo, es un proceso benéfico para los noveles escritores. No sólo porque los forma en la disciplina del uso de los recursos de la lengua sino porque los sitúa en relación con un lector. Que, en este caso, es un sujeto con el que el cronista compartirá experiencias.

Una de las primeras trabas con las que se encuentran los directores de talleres literarios es la necesidad del descentramiento de la escritura de los talleristas. En cuanto a composición escrita, los jóvenes escritores suelen escribir para sí mismos, sin pensar que lo que escriben debe tener la suficiente estructuración gramatical y sintáctica para poder ser decodificado por el lector. La elaboración de una crónica pone en el tapete la necesidad de escribir para ser entendido y para poder compartir experiencias. En este sentido, el lector aparece en el panorama del escritor como un objetivo y el lenguaje escrito se reconoce como el instrumento por medio del cual el escritor entrega las vivencias, las emociones, las dudas, los temores y el cúmulo de ideas y sensaciones que ha vivido durante la “aventura” de la crónica.

En cuanto a la selección de la información es muy interesante ver cómo los aprendices de cronistas recopilan descripciones y terminan circundados de un mar de información e imágenes que tienen que racionar hasta encontrar el “punto exacto”. El joven cronista se ve avocado a tomar decisiones, a recortar, o ampliar la información, a explicar, a indagar, a hacer guiños aclaratorios para que su lector entienda o, al menos, la historia quede verosímil. En esa “decantación de la información” el tallerista aprende a identificar los “picos” narrativos a hacer economía de lo que puede inferirse y esto es algo que, a la hora de escribir un cuento, es crucial.

En cuanto al uso de miradas y voces la crónica exige que quien la escriba reconozca las múltiples visiones sobre los temas tratados. Las voces de los actores deben aparecer como de ellos, y existen convenciones como las comillas, la inclinación de la letra, el uso de guiones que se hacen necesarios para hacer ágil la lectura y que aquí cobran sentido y propósito. También la multiplicidad de opiniones educa al escritor para la polifonía narrativa.

En aras de la agilidad en la narración el cronista debe organizar los hechos de modo que no exagere en las descripciones ni en los párrafos elaborados con definiciones y conceptualizaciones pesadas. Esta exigencia de la crónica forma en el uso de las imágenes y las analogías y también permite una reflexión sobre la adjetivación y su uso en las descripciónes.

Además, la capacidad observadora se ve convocada a la hora de recopilar la información. Elaborar una crónica obliga al escritor a presenciar los acontecimientos por fuera de ellos, es decir, desprendiéndose de la emoción. La calidad de observador extraña al escritor, lo hace otro moviéndose en un mundo ajeno. Este descentramiento afina la mirada de lo que puede ser valioso para ser narrado.

En conclusión, como ejercicio narrativo la crónica resulta realmente beneficiosa para quien la elabora pues no solo tiene efectos cognitivos, de sí mismo y de los otros, sino formales como el reconocimiento de los elementos gramaticales y sintácticos así como de las convenciones de la lengua escrita. También contribuye a afinar la mirada para identificar las cimas y los declives narrativos y seleccionar tanto las palabras precisas como los elementos mas adecuados par entregar la información, todos ellos , aspectos muy importantes para un narrador.

No hay comentarios: